La Mecánica de la Elaboración, 2022. Instalación in situ (tela, sistema de goteo antidrenante, bomba hidráulica, tinta al agua, videomapping y servomotores con arduino). 3.30 m x 2.35 m.
Una serie de tres sucesos simultáneos conforman esta máquina. El movimiento rítmico y cíclico de los servomotores, la proyección de fragmentos de cartas íntimas y la mancha aleatoria de la tinta. En esta máquina reflexiono sobre el acto de escribir como medio para superar hechos y darle sentido a las experiencias pasadas. En la secuencia de sus movimientos expone el deseo irresoluble entre exponer y borrar, olvidar y recordar, superar pero no eliminar.
Texto curatorial
Luego de una sucesión de eventos que significaron un punto de quiebre en mi vida, decidí volver a leer una suerte de archivo personal que fui creando desde la infancia.
Desde niña, me vi expuesta a situaciones que escapaban de mi control y mi manera de procesar estas vivencias fue registrándolas en un diario o en cartas. Tanto el diario como las cartas fueron siempre algo íntimo, de carácter personal. En ellas relato situaciones cotidianas más superficiales y también situaciones de hechos dolorosos. La coincidencia temporal entre la conceptualización de este proyecto y el devenir de mi vida privada me hizo analizar mis comportamientos con mayor atención. Casi de manera compulsiva, tiendo a volver a este archivo personal en momentos de aflicción, tanto sea para revisarlo como para generar una nueva entrada. Al evaluar esta tendencia me di cuenta de que los procesos de registro y relectura me suceden de una manera casi inconsciente. Encuentro que la relectura es un atavío respecto al pasado; también es un encuentro doloroso con conflictividades personales latentes. De todas formas, entiendo que hay una pulsión antagónica en esta necesidad de reexposición autoimpuesta. Por un lado siento que examinar este registro de mi historia personal es algo reconfortante, me afirma que ya he vivido experiencias dolorosas y me da perspectiva en cuanto a ellas.
Por otro lado, me significa una recreación mental de un pasado con conflictos irresolubles. En síntesis, esta escritura y relectura funciona como un acto casi mecánico de sanación y flagelación. Es un querer olvidar y necesitar recordar, una voluntad superar el pasado pero querer revivirlo constantemente. Este enfrentamiento de pulsaciones antagónicas se entrecruzan con otro punto de tensión: el conflicto entre lo público y lo privado. Escribir convierte a la idea en objeto y, como tal, este deja de ser un constructo mental. Lo escrito es algo que existe en el mundo tangible, y por ende, una ya no posee las mismas potestades sobre quién puede acceder a conocerlo. En un punto de vista específico, la voluntariedad de exhibir estos escritos que entiendo como altamente personales también me conflictua. Sin embargo, también siento que hay un impulso inconsciente de exhibirlo públicamente. Quizás, esta es otra necesidad de materializar y perder el control absoluto sobre la construcción que hice de mi identidad y mi historia personal.
La obra es una gran máquina, que representa el acto de escribir. El movimiento de los motores remite al impulso y al acto de registrar sobre los hechos. Es una ac- ción permanente y cíclica. La escritura fue la única forma que encontré para poder lidiar y superar las situaciones que fui viviendo. Fue y sigue siendo el medio para realizarlo. Expongo de forma recortada y seleccionada algunos de los fragmentos que conforman el archivo que tienen relevancia para mi.
El deseo irresoluble entre intentar dejar ir esos archivos y volver hacia ellos. No poder tirarlos pero no poder leerlos. La tinta es de alguna forma el tiempo que va cambiando las cosas, que va alejándonos de los hechos. Pierdo el control de su movimiento y con el tiempo expositivo va cambiando de
forma. Cambia de forma, al igual que va cambiando la forma que miramos y damos sentido a las cosas. Desde mi madurez actual reviso estos archivos y veo los hechos con una mirada diferente, con una mirada más completa y amplia.
Es una gran máquina que elabora significados, que elabora mis experiencias, mi pasado. Es una máquina que intenta procesar lo que me sucede, intenta darle sentido y exteriorizarlo.
Al cabo de dos días de exposición, la tela queda cubierta de tinta negra. Por lo tanto, es una obra efímera, que se transforma y muta con el tiempo. La tela deja el registro de sus procesos. Ambos, concepto y materialidad reflejan la cuestión ontológica del paso del tiempo. La tinta cambia la forma de la obra, al igual que cambia la forma en que miramos y damos sentido a nuestras experiencias pasadas.
Fotografías tomadas por Nicole Fiser. ©Luisa Leborgne
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